En la comunidad tecnológica son habituales las conversaciones sobre el acceso de todo tipo de perfiles a la industria tecnológica. Es común encontrar debates sobre formación, herramientas, colaboración con proyectos Open Source, accesibilidad e inclusión. Existen además un montón de iniciativas orientadas a facilitar el acceso a personas diversas.
En diseño, las conversaciones suelen ser a otro nivel. Giran en torno a si el diseño es arte u oficio o si los bootcamps son formación suficiente, sobre cómo afecta el diseño de producto a la vida de las personas… incluso de vez en cuando encontramos pequeñas joyas sobre diseño y política que nos hacen abrir los ojos a una realidad que muchas veces obviamos. Pero de lo que se habla poco es de cómo el modo en el que trabajamos puede dificultar la entrada a personas con perfiles diversos.
Un mundo de color de rosa
Cuando una decide que quiere dedicarse al diseño la cosa pinta bien: tienes montones de recursos online, bootcamps, cursos y una comunidad muy activa de la que aprender. Algo similar a lo que pasa cuando quieres aprender a programar, pero con una pequeña diferencia: en desarrollo no existen muros de entrada más allá de que necesites un ordenador y una conexión a internet.
Podríamos pensar que en diseño pasa lo mismo. Y la verdad es que la teoría está a disposición de cualquiera en internet. La mayoría de veces no necesitas más que un lápiz y un papel para ponerte manos a la obra.
Pero, ¿qué pasa cuando quieres profesionalizarte? ¿Qué pasa con las herramientas que necesitas si quieres empezar con side projects o si quieres hacer formación especializada? ¿Es suficiente un ordenador y una conexión a internet? ¿Puede todo el mundo permitírselo?
Parece lógico pensar que, por la naturaleza de nuestra profesión, hay mínimos insalvables, pero hay muchos otros considerados mínimos que no tienen porqué serlo.
Una cuestión de privilegios
Como muestra un botón:
Hasta hace bien poco (hablo de 2019), en uno de los bootcamps UX/UI más reputados exigían un MacBook para poder cursarlo. Y es (¿era?) algo relativamente frecuente:
Recuerdo lo impactada que me quedé cuando fui a optar a una beca y dijeron al empezar: "Tener un Mac es obligatorio si estudiáis aquí". Yo lo tenía ya, pero, vaya, vas a que te den una beca pq no puedes pagar los estudios y tienes que dejarte 2k€ en un portátil pq el software.
— nora la diseñadora (@noradriana_dsgn) October 26, 2020
No en vano Apple lleva muchos años considerándose un estándar de facto en el mundo del diseño.
Por desgracia, se ha construido mucho software en torno a -y dependiente de- él, fomentando prácticas monopolísticas y sacrificando por el camino no solo la libertad de elección y la universalidad, sino a mucha gente válida que ha salido huyendo de un entorno que huele a cerrado y es solo apto para gente con cierto poder adquisitivo.
Por otra parte, algunas empresas como Adobe, con el fin de evitar el pirateo de sus aplicaciones, adoptaron hace años un modelo de licencias que raya lo abusivo, y que sobrevive gracias a escuelas de formación y de empresas que pagan por no pasar por una migración traumática. Mientras tanto, una gran base de usuarios sobrevive a base de versiones antiguas de software o han migrado a otras opciones. Quizá por eso alguna de sus últimas herramientas como Adobe XD se ofrecen gratuitamente. Puede ser el único modo de recuperar y atrapar en Creative Cloud a todos esos usuarios que perdieron por dormirse en los laureles mientras disfrutaban de las mieles del monopolio.
Por suerte, siempre han existido alternativas que han permitido a personas extremadamente obstinadas poder desarrollar su carrera profesional en diseño sin tener que atarse a determinado software o hardware. Pero reconozcámoslo, es duro. Es un camino que no todo el mundo puede o está dispuesto a recorrer, y muchas veces está relacionado con una visión ética del mundo del software. Aprender con alternativas libres y/o gratuitas requiere más tiempo y esfuerzo. Y a la hora de buscar trabajo, las herramientas son importantes. Necesitas saber usarlas, por lo que la posibilidad de elección apenas existe. Y si no te lo puedes permitir, una de dos: o estás dispuesto a sacrificar algo, o tiras la toalla.
Es, como casi todo en la vida, una cuestión de privilegios.
Y una vez dentro la cosa no mejora.
En equipos técnicos es habitual ver diversidad a nivel de herramientas; en muchas empresas permiten a sus trabajadores elegir el hardware y software con el que trabajar dentro de unos parámetros bastante razonables.
En equipos de diseño esto es impensable. Cierra los ojos y visualiza un área de diseño en cualquier consultora tipo: equipos clónicos, todos con las misma herramientas, atados a licencias de software y hardware, cuyo coste e integración con terceros impide muchas veces cambiar y dar el salto a otras herramientas. Y aún diría más, atadas a formatos no estándares que dificultan aún más migrar a otras alternativas y hacen más difícil que los estándares reales puedan evolucionar y ser utilizados.
Hay, por tanto, muy poco margen de libertad de elección una vez formas parte de la industria. Y es algo que tengo la impresión de que a la mayoría les parece bien y se encuentran cómodos con ello. Es el Síndrome de Estocolmo de la comunidad de diseño.
Nos encanta hablar y debatir sobre cómo hacer nuestros productos inclusivos y accesibles, sobre cómo nuestro diseño influye en la vida de la gente, pero no queremos pararnos a pensar en cómo las decisiones que tomamos en cuanto a software y hardware pueden estar excluyendo a otras personas.
Agnosticismo y clasismo
Dicen que las buenas diseñadoras deben ser agnósticas a las modas, en el propio diseño y en herramientas. Y estoy de acuerdo. Pero la realidad no es tan sencilla. Las personas que no quieren o no pueden trabajar con determinado software y hardware siempre han sido vistas como diseñadoras de segunda.
De hecho, el uso de cierto software y hardware sigue siendo un elemento característico y diferencial del mundo del diseño, algo aspiracional. Como juniors, queremos convertirnos en el diseñador privilegiado y usar sus mismas herramientas.
¿Open Source en diseño? ¿Herramientas gratuitas? Ugh. Mientras en desarrollo las herramientas libres se fomentan de manera activa y con orgullo, en el mundo del diseño, salvo honrosas excepciones, generan incluso cierto rechazo. Parece que si no usas la “herramienta X”, tu trabajo nunca llegará a ser lo suficientemente bueno. ¡Ah! Se nos llena la boca con la performance de “herramienta Z”, en cómo mejora nuestra productividad, cuando la realidad es que estamos atados a ellas y a sus formatos cerrados y, peor aún, no queremos dejar de estarlo ni queremos pensar en ello.
Por suerte, la tendencia actual está democratizando la entrada en el mundo del diseño apostando por el agnosticismo del browser, sin depender de un Sistema Operativo; con planes gratuitos para facilitar el acceso y con opciones premium para un uso más exhaustivo. Un modelo que, junto a la apuesta por la Comunidad, parece que está funcionando muy bien. Por desgracia, la mayoría de estas alternativas siguen siendo privativas, el fruto de nuestro trabajo sigue secuestrado por formatos cerrados y no estándar, y las herramientas Open Source siguen viéndose como alternativas de segunda en determinados círculos.
Sorprende, viendo la tendencia actual, la apuesta que hace Sketch por continuar desarrollando una app nativa exclusivamente para Apple, argumentando una serie de razones bastante rebatibles y que desprenden cierto elitismo. Ha sorprendido e incluso molestado a algunos usuarios que a pesar de ser fieles a la app entienden que cerrar puertas no es el camino.
I will always be grateful for what they’ve done for the design community but trying to justify a decision that’s leaving out so many people that can’t afford/don't want to own a Mac to build things doesn’t feel great.
— Adrián Mato 🐙 (@adrianmg) October 26, 2020
Diversidad real en el diseño
Otro tema recurrente en la comunidad son los sesgos y cómo afectan al diseño de productos inclusivos y accesibles. Hablamos de procesos de contratación, de paridad, y de muchos otros temas relacionados con la diversidad en nuestros equipos.
Pero deberíamos hacernos muchas otras preguntas: ¿Cómo es posible conseguir un equipo diverso si solamente incluimos a personas cuyos orígenes o privilegios les han permitido poder dedicarse al diseño? ¿Es suficiente con hablar de racialización o de diversidad de género o funcional? ¿Cómo accede a esta profesión una persona con pocos recursos? ¿Cómo lo hacen personas que por motivos éticos o políticos no desean usar determinado software o hardware? ¿Es justo que se queden atrás? ¿Podemos conseguir un producto realmente inclusivo solo con un buen trabajo en research y user testing? ¿Puede ser la apuesta por herramientas Open Source una solución a algunas de estas cuestiones?
¿Y qué hacemos en Kaleidos?
En Kaleidos, como empresa que apuesta por el Software Libre, somos muy conscientes del gran vacío que ha existido hasta hace poco en el mundo Open Source a nivel de diseño de Interfaz. Es algo que especificamos en las ofertas de trabajo, y a lo que estamos intentando poner solución desarrollando Penpot, nuestra propia herramienta libre de diseño, además de participar en comunidades relacionadas con el Diseño Open Source.
Queremos desterrar de una vez por todas ese mito de que Software Libre y Diseño no pueden ir de la mano, de que profesionalmente no es viable usar este tipo de herramientas.
Y queremos hacerlo sin dejar a nadie fuera, aún a costa de la Diosa Performance y del Dios de la Productividad.
Yo al menos me apunté para eso :)