Este año me he traído del FOSDEM un debate que está tomando fuerza en la comunidad FOSS. Al menos a mí me ha reventado bastante la cabeza y me ha producido una cierta crisis existencial. ¿Estaremos haciendo las cosas bien? ¿Toca replantearse lo que estamos haciendo desde el principio? A ver qué os parece.
Por un lado, estamos todos de acuerdo que la combinación de las cuatro libertades más la idea de aprovechar la ley de copyright y darle la vuelta es una solución madura y de gran éxito. Hoy día casi todo el mundo usa software libre, ya sea de forma directa o indirecta: desde aplicaciones como Firefox o Chrome, o el Linux que hay debajo de Android, hasta el sistema operativo que llevan la mayoría de servidores de Internet y los dispositivos empotrados.
Pero entonces… ¿por qué no somos felices? ¿Por qué no parece que la filosofía que hay detrás del software libre esté triunfando, sino más bien todo lo contrario?
En este artículo de Mathew Garret hay un buen resumen de la cuestión, acompañado de un jugoso debate en los comentarios. Es un tema en el que por ahora hay más preguntas que respuestas, aunque hay mucha gente lanzando ideas, la mayoría muy locas…
Está claro que las licencias libres resuelven un problema (y lo hacen muy bien). Pero también está claro que no estamos en ese mundo maravilloso de libertad y progreso que imaginaron sus creadores. Hoy hay quien se pregunta si el propio concepto de software libre no se ha vuelto obsoleto e irrelevante, o incluso si la propia FSF, con su definición estricta de lo que es libre y no lo es, no estará actuando ahora como el agente conservador que esté bloqueando la próxima idea innovadora, que produzca un salto cuántico como lo fue en su día la licencia GPL.
Caso 1: tú regalas, y yo me aprovecho
En realidad estamos hablando de dos problemas diferentes, aunque tengan muchos puntos de conexión. El primero de ellos se refiere al concepto de reciprocidad implícito en la idea original de software libre. Hoy día vemos cada vez más casos de empresas que toman un producto de software libre y se las arreglan para cerrarlo sin incumplir la licencia (añadiendo una capa cerrada por encima, poniéndolo en hardware con drivers propietarios, alojándolo como SaaS sin ofrecer el código fuente ni aportar gran cosa a la comunidad…). Parece como que los “leechers” y los “free riders” estén triunfando, y el software libre se ha convertido en un modelo de negocio basado en convertir mano de obra gratis en beneficio empresarial.
La licencia AGPL no parece que sirva para contener esto, por un lado se usa muy poco (más bien la tendencia es a usar cada vez más las licencias “permisivas” modo BSD o Apache) y por otro, su cláusula de “network” no es lo suficientemente clara como para impedir muchos usos poco recíprocos.
La “cláusula commons”
Como ejemplo de las ideas locas que comentaba más arriba, tenemos esta cláusula, que está pensada para añadirla a tu licencia libre al publicar un software. Básicamente, lo que hace es permitir al usuario todas las libertades generales, excepto la de revender el software. Es decir, la de entregárselo a alguien a cambio de dinero, o alojarlo y dar servicios de pago con él. Quien quiera hacer esto debe negociar un acuerdo separado con el autor (con una comisión).
La idea es parecida a la variante “no comercial” de Creative Commons, básicamente proteger a las startups que crean un producto innovador de que llegue Google o Amazon, se lo coja y monte un servicio nuevo, aplastando al modelo de la startup basado en dar hosting y soporte.
Pero claro, esta cláusula hace que el software deje de ser libre tal como se ha definido. ¿Será buena porque permite a más emprendedores crear ideas nuevas con menos peligro de que se las roben? ¿O hará más daño que el beneficio que pretende conseguir?
Caso 2: la paradoja de la tolerancia
El otro problema tiene que ver con el uso que se le da al software. La tecnología es poder, y hoy día cada vez somos más conscientes del daño que puede causar el poder si se ejerce sin responsabilidad. El software libre otorga libertad para cualquier cosa, también para hacer el mal: desde empresas violando la privacidad de la gente, explotando trabajadores o destruyendo el medio ambiente hasta gobiernos vigilando a los ciudadanos sin control, invadiendo países para robar sus recursos o incluso cometiendo genocidios.
Es evidente que este tema es más amplio que el mundo del software, pero hay una idea que, aunque muy difusa, está inspirando a mucha gente a pensar. El copyleft es una fórmula muy simple y a la vez potente que resuelve un problema concreto: preservar la libertad de información y evitar que nadie se la quite a otras personas. Y ésto está incrustado casi en la propia estructura física del producto, como pasaba con las Tres Leyes de la Robótica de Asimov, siendo muy difícil de romper una vez instaurado (y sin necesidad de hacer una revolución ni cambiar el sistema legal).
Imaginemos que a alguien se le ocurriera un truco igual de brillante para impedir que un software fuera usado para hacer el mal. Y que convenciéramos a los grandes productos libres (Linux, servidores web, navegadores webkit…) de que lo usaran. Esto quizá provocaría una disrupción en los actores malignos, que quedarían en desventaja tecnológica mientras se dedican a reescribir todo el software que necesitan. Esto sí que es una idea loquísima, pero sería tan bueno que está haciendo hervir más de un cerebro y más de dos.
Las licencias éticas
Un ejemplo es la Licencia Hipocrática. Básicamente dice que se otorga licencia para usar un software para lo que sea siempre y cuando no se violen los Derechos Humanos Universales. En principio suena bien, tiene el aura de solemnidad del Juramento Hipocrático de la medicina, y es simple, aunque no está claro hasta qué punto es útil. Si alguien viola los Derechos Humanos ya se le puede castigar por eso mismo, no hace falta que sea además por estar usando software sin licencia. Y los DDHH son una base mínima, hay muchos usos “evil” que no están contemplados aquí.
Otro es el movimiento Ethical Source. Un proyecto que aspira a ser la evolución del Open Source al siguiente nivel. Han definido 5 criterios, de forma claramente inspirada en las 4 libertades, y están trabajando en crear licencias de software que los refuercen.
El gran problema de estas ideas es que no hay una definición común de qué es bueno y qué es malo, hay muchos matices, bordes difusos, proyectos que son buenos en una cosa y malos en otra… Hay licencias que protegen los derechos de los trabajadores o a la naturaleza, que prohíben el uso bélico (¿también para defenderse?), la vigilancia masiva… hay quien propone un sistema tipo Creative Commons, con una licencia base y una serie de cláusulas opcionales a aplicar a voluntad.
Lo malo es que esto acabaría produciendo fragmentación, el ecosistema libre se llenaría de docenas de forks y aplicaciones similares con distintos tipos de licencia, destruyendo la eficacia del sistema. Además de ser cláusulas muy difíciles de implementar, ver compatibilidades y hacer cumplir. Por no mencionar que todas ellas dejan de ser libres tal como entendemos hoy día.
Está claro que la cosa está muy verde, pero ¿quién dice que no aparece un día alguien con una idea luminosa que funcione?
Pero ¿de verdad necesitamos licencias para esto?
Hay otro lado del debate que tiene una opinión muy diferente. ¿Es realmente la licencia un sitio adecuado para introducir más elementos éticos? ¿O estamos convirtiendo todo en clavos porque tenemos un martillo?
Quizá hay que dejar tranquilo al software libre y luchar contra el mal en otros terrenos.
Un Contrato para la Web
Un ejemplo es este proyecto de la WWW Foundation -liderada por Sir Tim Berners-Lee-, cuya versión oficial se publicó hace no más de 3 meses, y firmado a fecha de hoy por más de 160 organizaciones y empresas, miles de particulares y los gobiernos de Alemania, Francia y Ghana.
El Contrato para la Web es una carta de principios fundamentales para la Red. Aspira a ser el equivalente a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, orientada al uso de la tecnología y el tratamiento de la información a nivel global.
Enumera una lista de derechos y obligaciones:
- Para los gobiernos, mantener la Internet conectada y de libre acceso para todo el mundo, y respetar y hacer respetar los derechos fundamentales de privacidad y protección de datos.
- Para las empresas, ofrecer un servicio de Internet asequible, neutral y accesible incluso a colectivos desfavorecidos; respetar la privacidad de las personas y la transparencia de las organizaciones, y poner la tecnología al servicio de las personas (este es el punto más interesante en mi opinión).
- Para las personas individuales, el derecho a ser creadoras al igual que consumidoras, y la obligación de organizarse en comunidades fuertes e inclusivas, y luchar por todos estos principios.
El Principio 6 es el más relacionado con lo que estamos contando aquí. En él se insta a las organizaciones a crear tecnología que respete los Derechos Humanos y sirva para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU; que fomente el sentido crítico y combata la desinformación y otros riesgos de la comunicación online; que todas las personas puedan participar en las decisiones importantes sobre las nuevas tecnologías; y que promuevan la interoperabilidad, los estándares abiertos, la accesibilidad y sí, el open source.
Es algo muy nuevo aún para valorar su eficacia, pero el planteamiento es muy ambicioso. Ojalá tenga éxito. El mayor peligro, en mi opinión, es que acabe siendo como la misma ONU, un órgano simbólicamente importante, pero con muy poca capacidad real de hacer cumplir eficazmente estos principios. A esta sospecha contribuye la lista de organismos que apoyan el Contrato. Por un lado hay algunos que siempre han estado a favor de los derechos civiles, como Electronic Frontiers Foundation, DuckDuckGo, la Fundación Mozilla… Pero también han firmado la carta Google, Facebook, Microsoft… que precisamente están en la diana por infringir a gran escala muchos de estos principios.
En realidad es bueno que estén ahí, porque siendo los actores más grandes, si ellos apoyan un movimiento le van a dar una potencia formidable. Pero también se abre la posibilidad del “green washing” y la desnaturalización de la redacción concreta de las reglas, para que queden deliberadamente ambiguas y fáciles de esquivar para quien tenga suficiente poder.
La Matriz del Bien Común
Termino con una idea más, que se sale completamente del mundo tecnológico, pero que creo que es otro ejemplo muy bueno de un algoritmo sencillo y bastante determinista que aspira a defender un sistema ético de implantación universal.
La Economía del Bien Común empieza, una vez más, definiendo una lista de principios básicos: dignidad humana / solidaridad y justicia / sostenibilidad medioambiental / transparencia y participación democrática. Y propone un protocolo para auditar el impacto de cualquier organización en esos valores, respecto de cinco grupos de personas: proveedores, propietarios, trabajadores, clientes/usuarios y entorno social general. El resultado es una matriz en la que cada casilla tiene una puntuación del 0 al 100, o negativo si el impacto es destructivo.
La Matriz no pretende prohibir ningún comportamiento, sino visualizar de la forma más objetiva posible el impacto de cualquier actividad, de una forma multidimensional pero sencilla de entender. Y la sociedad puede usar ese dato de muchas maneras. Se puede crear una etiqueta como la de eficiencia energética de los electrodomésticos, o los sellos de cultivo ecológico o comercio justo, que los consumidores puedan elegir, dando ventaja competitiva a quienes tengan mejores valores. O planificar las políticas de subvenciones, impuestos y aranceles teniendo en cuenta estas puntuaciones.
Podría seguir poniendo más ejemplos, pero creo que es suficiente por ahora. La idea general es que parece que estamos en un momento de la Historia en el que tenemos que inventarnos la manera de incorporar la Responsabilidad a nuestra lista de valores, sin perder los ya conquistados de Libertad y Derechos Universales. ¿Se os ocurre alguna idea genial?
Os dejo con otra recopilación de enlaces sobre el tema, por si todavía no os habéis cansado de leer y queréis aún más…